La virtud alegre es contagiosa, y Francisco la conquistó para Cristo.
Clara, ante todo, es el fruto de la gracia de Dios. No abandona una a los dieciocho años una familia adinerada, ni ofrece su cabellera a unas inhábiles tijeras aun cuando fueran manejadas por el Hermano Francisco ni se encierra para siempre tras los muros de una casa en ruinas... sólo por amor a la poesía y a una vida sencilla.
Sor Clara viviría en adelante a la sombra de Francisco. El amor a la pobreza le granjeó pronto unas compañeras, y se convirtió en la madre de las Damas Pobres para quienes redactó Francisco una “Fórmula de vida”. Después de la muerte del Santo, Clara tuvo que defender su ideal con obstinación para lograr del papa el “Privilegio de la pobreza”.
Sentía gran amor a la Pasión del Señor, a la Eucaristía, a la Virgen. "Clara fue una huella de la Madre de Dios. Cristo renovó en Francisco su vida y su pasión. María renovó en Clara su humildad y pureza".
En la Pascua de 1253 cae enferma. Escribe su Testamento: "Sed siempre enamoradas de Dios". Sus últimas palabras: "Gracias, Señor, por haberme creado". Era el 11 de agosto de 1253. Francisco la esperaría, , para ofrendarla al Amor.
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