CORPUS CHRISTI

Luego del Bautismo, la primera Comunión, y luego la comunión por siempre !
La EUCARISTÍA es el alimento que sacia totalmente los anhelos más profundos del ser humano.
Jesús es pan de vida eterna: “El que venga a mí nunca más tendrá hambre” (
Jn 6,35).
No dejes de comulgar !
(Claro está que primero debes de haberte, debidamente, confesado).

martes, 29 de septiembre de 2009

Los ángeles, compañeros de viaje


Los ángeles ven continuamente el rostro de Dios, pero también ven el nuestro. Se necesita hablar con él, llamarle, tratarlo como el amigo que es.
Los ángeles, compañeros de viaje
Los ángeles son mensajeros de Dios. Se encargan de cuidarnos aquí en la Tierra

Debido a su naturaleza espiritual, los ángeles no pueden ser vistos ni captados por los sentidos. En algunas ocasiones muy especiales, con la intervención de Dios, han podido ser oídos y vistos materialmente. La reacción de las personas al verlos u oírlos ha sido de asombro y de respeto. Por ejemplo, el profeta Daniel y Zacarías.

La misión de los ángeles es amar, servir y dar gloria a Dios, ser sus mensajeros, cuidar y ayudar a los hombres. Ellos están constantemente en la presencia de Dios, atentos a sus órdenes, orando, adorando, vigilando, cantando y alabando a Dios y pregonando sus perfecciones. Se puede decir que son mediadores, custodios, protectores y ministros de la justicia divina.

Los ángeles nos comunican mensajes del Señor importantes en determinadas circunstancias de la vida. En momentos de dificultad, se les puede pedir luz para tomar una decisión, para solucionar un problema, actuar acertadamente, descubrir la verdad; por ejemplo tenemos las apariciones a la Virgen María, San José y Zacarías. Todos ellos recibieron mensajes de los ángeles.

Los ángeles presentan nuestras oraciones al Señor y nos conducen a Él. Nos acompañan a lo largo de nuestra vida y nos conducirán, con toda bondad, cuando muramos, hasta el Trono de Dios para nuestro encuentro definitivo con Él. Éste será el último servicio que nos presten, pero el más importante, pues al morir no nos sentiremos solos. Como ejemplo de ello, tenemos al arcángel Rafael cuando dice a Tobías: “Cuando ustedes oraban, yo presentaba sus oraciones al Señor” (Tob 12,12-16).

Los ángeles nos animan a ser buenos. Ellos ven continuamente el rostro de Dios, pero también ven el nuestro. Debemos tener presentes las inspiraciones de los ángeles para saber cómo obrar correctamente en todas las circunstancias de la vida. Como ejemplo de esto, tenemos el texto que nos dice: “Los ángeles se regocijan cuando un pecador se arrepiente” (Lc 15,10).

La misión de los ángeles es acompañar a cada hombre en el camino por la vida, cuidarlo en la tierra de los peligros de alma y cuerpo, protegerlo del mal y guiarlo en el difícil camino para llegar al Cielo. Se puede decir que es un compañero de viaje que siempre está al lado de cada hombre, en las buenas y en las malas. No se separa de él ni un solo momento. Está con él mientras trabaja, mientras descansa, cuando se divierte, cuando reza, cuando le pide ayuda y cuando no se la pide. No se aparta de él ni siquiera cuando pierde la gracia de Dios por el pecado. Le prestará auxilio para enfrentarse con mejor ánimo a las dificultades de la vida diaria y a las tentaciones que se presentan en la vida.

Para que la relación de la persona con el ángel custodio sea eficaz, necesita hablar con él, llamarle, tratarlo como el amigo que es. Así podrá convertirse en un fiel y poderoso aliado nuestro. Debemos confiar en nuestro ángel de la guarda y pedirle ayuda, pues además de que él nos guía y nos protege, está muy cerca de Dios y le puede decir directamente lo que queremos o necesitamos. Recordemos que los ángeles no pueden conocer nuestros pensamientos y deseos íntimos si nosotros no se los hacemos saber de alguna manera, ya que sólo Dios conoce exactamente lo que hay dentro de nuestro corazón. Los ángeles sólo pueden conocer lo que queremos intuyéndolo por nuestras obras, palabras, gestos, etc.

También se les pueden pedir favores especiales a los ángeles de la guarda de otras personas para que las protejan de determinado peligro o las guíen en una situación difícil.

Es muy fácil que nos olvidemos de la existencia de los ángeles por el ajetreo de la vida y principalmente porque no los vemos. Este olvido puede hacernos desaprovechar muchas gracias que Dios ha destinado para nosotros a través de los ángeles. Por esta razón, la Iglesia ha fijado estas dos festividades para que, al menos dos días del año, nos acordemos de los ángeles y los arcángeles, nos alegremos y agradezcamos a Dios el que nos haya asignado un ángel custodio y aprovechemos este día para pedir su ayuda.

Actualmente se habla mucho de los ángeles: se encuentran libros de todo tipo que tratan este tema; se venden “angelitos” de oro, plata o cuarzo; las personas se los cuelgan al cuello y comentan su importancia y sus nombres. Hay que tener cuidado al comprar estos materiales, pues muchas veces dan a los ángeles atribuciones que no le corresponden y los elevan a un lugar de semi-dioses, los convierten en “amuletos” que hacen caer en la idolatría, o crean confusiones entre las inspiraciones del Espíritu Santo y los consejos de los ángeles.

Es verdad que los ángeles son muy importantes en la Iglesia y en la vida de todo católico, pero son criaturas de Dios, por lo que no se les puede igualar a Dios ni adorarlos como si fueran dioses. No son lo único que nos puede acercar a Dios ni podemos reducir toda la enseñanza de la Iglesia a éstos. No hay que olvidar los mandamientos de Dios, los mandamientos de la Iglesia, los sacramentos, la oración, y otros medios que nos ayudan a vivir cerca de Dios.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Leamos atentamente el evangelio de hoy domingo: Marcos 9, 38-43. 45. 47-48


Lectura del Evangelio según san Marcos:


Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros.» Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros.» «Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa.» «Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga.
Palabra de Dios.
Comentario
Como siempre, Jesús, dándonos tantos buenos consejos! , tiene tanta sabiduría , que citando tres o cuatros frases suyas, tenemos para analizar y analizar y sorprendernos más y más.
Particularmente, en esta Lectura, el hincapié que hace sobre: no permitir que se haga el mal.... Permitirlo es tan malo como hacerlo!
Ese es un sacudón para nuestras vidas diarias.
Otra cosa, que nos señala:
Si tu ojo te hace pecar... quítatelo...
Claro que Jesús no quiere que lleguemos mancos , cojos, etc. etc. al Cielo.
Pero si sé que MIS PASOS HACIA DETERMINADO LUGAR me van a llevar al pecado ( por decirlo con todas sus letras) pues entonces MEJOR NO IR !
Que si mi comentario , va a causar una desgracia, PUES CUIDAR MI BOCA!
Entonces Jesús NOS ACONSEJA, como amigo. Cuánto nos quejamos de que no tenemos quién nos oriente, muchas veces!
Pues Jesús y su palabra (la Biblia no está de adorno...) NO.
El consejo de Jesús es invalorable. Y lo despreciamos muchas veces.
Cuántos sinsabores, cuántos problemas podríamos evitarnos en la vida siguiendo su Palabra.
HAGÁMOS LA PROMESA DE LEER SU PALABRA, LEEEENTAMENTE. COMPRENDIENDO LO QUE CADA LÍNEA NOS DICE. Porque hay un tesoro de sabiduría de vida en cada línea. Una esperanza para pulir esa espiritualidad , que cada uno de nosotros posee y que nos conduce, si es recorrida debidamente, a la Vida Eterna! (Comentario: Aurora Jimeno)






martes, 22 de septiembre de 2009

El Cristo de la tolerancia


Nos viene muy bien el mirar a Jesús, que nunca trataba de imponer sus ideas, invitaba a que le siguieran.
El Cristo de la tolerancia
Probablemente no hay ningún Cristo que lleve este nombre, pero si hay un “Cristo de los faroles” o “de los gitanos”... con mayor razón se puede hablar del “Cristo de la tolerancia”. Veamos:
El 1995 fue el Año Internacional de la Tolerancia, mucho nos tememos que pasó sin pena ni gloria, aunque, a decir verdad, en mucha gente hay cada vez mayor predisposición para esta importante virtud.

Desgraciadamente, a lo largo de los siglos, las diversas religiones en general no sólo no la han promovido, sino todo lo contrario. El afán de “imponer”, como sea, a los demás las propias creencias ha dado origen a muchos odios y guerras. Y no han faltado cristianos afectados por esta lacra. Afortunadamente nada tiene que ver esta conducta con la manera de actuar de Jesucristo, ni con el pensamiento de la Iglesia claramente expresado en el Concilio. Precisamente Juan Pablo II en su carta ante el Tercer Milenio ha dicho: “Otro capítulo doloroso sobre el que los hijos de la Iglesia deben volver con ánimo abierto al arrepentimiento está constituido por la aquiescencia manifestada con métodos de intolerancia e incluso de violencia en el servicio a la verdad”.

Pero si bien es cierto que hubo épocas pasadas en las que se llegó a hechos extremos (como la Inquisición), hay que reconocer que en cierta manera en bastantes cristianos aun permanece vivo cierto espíritu inquisitorial. Curiosamente entre personas que se creen muy religiosas se puede dar una especie de afán de meterse en la vida de los demás, en juzgar a la ligera su modo de actuar, en condenar no a la hoguera, pero sí con ese fuego destructor que a veces es la lengua, como si ellos tuvieran el monopolio de la verdad. Por supuesto que también en las filas de los no religiosos se da esta misma actitud respecto de los creyentes.

Por eso nos viene muy bien el mirar a Jesús, que nunca trataba de imponer sus ideas. Invitaba a que le siguieran, pero nunca coaccionaba a nadie. Cuando terminaba de hablar solía decir: “el que tenga oídos para oír, que oiga”. Más bien Él fue víctima de la intolerancia de los sacerdotes, escribas y fariseos, a quienes criticaba por estar demasiado aferrados a la letra de la ley. Mientras éstos todo lo arreglaban con el cumplimiento estricto de las normas, Jesús dice que no ha sido creado el hombre para la ley, sino la ley para el hombre. Y así Jesús “violaba el sábado”, curando enfermos en días en que la ley lo prohibía; era criticado porque a veces no cumplían ni él ni sus discípulos las normas del ayuno; aunque respetaba el templo, lo relativizó (Para orar enciérrate en tu cuarto, adora a Dios en espíritu y en verdad); consideró injusta la ley que castigaba a la adúltera, daba más importancia al amor al prójimo que a ciertas leyes rituales ( Véase la parábola del Buen Samaritano). Cuando algunos de sus discípulos se celaban de que otros expulsaran demonios en su nombre, Él les reprendió. Otro tanto ocurrió cuando le pidieron que mandase fuego del cielo y consumiera a aquellos que no les quisieron recibir en una aldea de Samaría.

Todos sabemos que muchos de los amigos de Jesús, de las personas que le acompañaban, no se distinguían precisamente por su buena fama, llámense, Mateo, Zaqueo, Magdalena o la Samaritana... Jesús, en este sentido, pasaba ampliamente de los comentarios y cuchicheos de la gente. Era una persona verdaderamente libre. Por eso mismo era tolerante. O en todo caso, si alguna vez sacó el genio, fue precisamente con los intolerantes. Porque, eso sí, Jesús nunca renunció a sus firmes convicciones y a su lucha contra la mentira, la injusticia y el pecado, como tampoco nosotros debemos renunciar.

Digamos para terminar que aunque todo esto ya lo sabemos no está de más que refresquemos la memoria, pues en la práctica no pocas veces lo olvidamos, cayendo con frecuencia en la tentación de juzgar, de condenar, de querer imponer nuestros criterios... de distinguir “alegremente” entre buenos y malos (los malos los demás, los buenos nosotros), de creernos poseedores absolutos de la verdad, de no saber comprender al otro “y sus circunstancias” de entrometernos en ese recinto sacro que es la conciencia de los demás.

Santo Cristo de la Tolerancia, ruega por nosotros.

Autor: Máximo Alvarez | Fuente: Carholic.net


domingo, 20 de septiembre de 2009

SAN MATEO APOSTOL Y EVANGELISTA


JESÚS EMPEZABA A LLAMAR DISCÍPULOS.

El Reino de Dios no es obra exclusiva de él. Se ha dignado trabajar en equipo, participar a los hombres tan gran dignidad. Ha querido que compartamos los sudores con él como quiere que llevemos la cruz con él. Los elegidos le acompañaban por los pueblos de Galilea y del mundo y participaban sus más íntimos secretos. Ya tenía seis elegidos, frutos de su oración al Padre: los dos hijos de Jonás, los Bar-Jona, los dos hijos del Zebedeo, Felipe y Bartolomé; todos pobres, sencillos, rudos e ignorantes. Vivieron junto al Verbo de vida, escucharon sus palabras, recogieron sus latidos. Eran simples pescadores galileos. Ningún sacerdote, ningún escriba, ningún fariseo, ningún rabino. Hubo, en cambio, un publicano; despreciable y odioso. Los evangelistas dan a San Mateo el nombre de Leví, sólo Marcos lo llama, "hijo de Alfeo". Posiblemente Leví era su nombre original y adoptó el mismo el nombre de Mateo cuando se convirtió en seguidor de Jesús. Era galileo predicó la doctrina de Cristo en oriente, pero nada cierto se sabe de ese periodo de su existencia. La Iglesia también lo venera como mártir, aunque hasta la fecha, se desconocen las causas y el lugar de su muerte.

LOS PUBLICANOS

Los .publicanos del Evangelio no tenían la categoría propia de los recaudadores de Roma. Eran simples subordinados, cobraban, vigilaban y exigían en nombre de las grandes compañías, que por estos empleados extendían sus redes en todo el Imperio. Todos eran mirados con desprecio y ojeriza. Nadie escogía ese oficio, o muy mal tenía que estar para ganarse la vida ejerciéndolo. Por eso tenían que buscar a gente sin prestigio que perder y sin escrúpulos que sufrir. Gente con entrañas duras, para que no se apiadasen de las lágrimas ni de la miseria. Dice un escritor de aquella época, que eran lobos de la sociedad; y según Marco Tulio, los más viles de los hombres.

SACRILEGOS

En Judea, el cobrador tenía un estigma más infamante aún, porque el pago del tributo a los romanos estaba prohibido por la Ley, era un sacrilegio; el que colaboraba en ese sacrilegio, hacía traición a su patria, se vendía a los gentiles. Jerusalén era una teocracia. Es el pueblo de Dios. Al ser invadida por los romanos, Jerusalén deja de pertenecer a Dios convertida en provincia romana, gobernada por el emperador de Roma. Así es como la condición de los publicanos sólo podía compararse con la de los criminales y las prostitutas. Por eso una de las acusaciones que dirigían contra Jesús, es que andaba con los publicanos y comía con ellos. Y no solamente comía con ellos, sino que sacó de entre ellos a uno de sus apóstoles.

EN CAFARNAUM. “SIGUEME”

Fue en Cafarnaún, después de sus primeras excursiones a través de Galilea, después de su encuentro con la Samaritana. Situado Cafarnaum en un cruce de caminos, centro de las contrataciones entre Tiro y Damasco, entre Séforis y Jerusalén, Cafarnaún era un centro mercantil, residencia de mercaderes y traficantes, de tenderos y comisionistas, y, punto estratégico para los cambistas y los recaudadores, oficina importante de los publicanos de Galilea.

Baja Jesús hacia el puerto. Ha visto a Leví, sentado en el telonio, banco de la recaudación de la contribución, se acerca y le dice: "Sígueme." Y él, dejándolo todo, se levantó y echó a andar con el Señor. La llamada la hace el Señor. “No me habéis elegido vosotros, soy yo quien os he elegido". Nuestra vocación desciende de Dios. Seámosle fieles, que es una llamada de predilección. Para Leví fue una llamada inesperada y su respuesta fue una adhesión tan espontánea como la de Pedro, una aceptación súbita, completa, definitiva. Leví deja un negocio lucrativo, una ganancia segura y creciente. Se había hecho rico, y pudo ofrecer un banquete de despedida a todos sus amigos y a sus compañeros nuevos; un banquete presidido por el Señor. Pero la plata había terminado para él, y había dejado los rimeros de siclos y de dracmas y el mostrador donde temblaban los agricultores y artesanos de Galilea. Jesús había subyugado su corazón, y ya sólo recogerá palabras de vida y tesoros de verdad. Ni siquiera será él quien lleve la bolsa del colegio apostólico.

Odiaba su pasado. Ya no se llamará Leví, sino Mateo, don de Dios. En actitud humilde sigue a Jesús por los caminos, admira a Pedro, que había sido un pescador honrado, mira a Juan con envidia porque halló al Nazareno tan joven. Camina en silencio, casi avergonzado de si mismo; no habla, ni se exhibe, ni promete.

Escucha atento las parábolas del Salvador, y la rumia y las pesas, con el cuidado que antes ponía en pesar los dineros. Más tarde las recogerá en un libro; escribirá la historia de aquellos dos años de vida misionera; una historia en que él se oculta, como antes se ocultaba entre el grupo de los doce. Sólo una vez hablará de si mismo, y precisamente para decir que era publicano; para recordar la dignación infinita de Jesús al levantarlo desde el abis¬mo de la miseria hasta las cimas de la gloria.

EVANGELISTA

Además de apóstol, Mateo fue evangelista. A él le debemos, según San Papías, discípulo de los discípulos de Jesús, la más antigua recopilación de dichos y hechos memorables del Señor, que constituirán el primer Evangelio. Antes de separarse de sus compañeros para predicar en tierras lejanas la doctrina que había escuchado con tanta avidez, quiso dejarnos un gran tesoro. Debemos estar agradecidos a este recaudador amable. Acostumbrado a los números, hecho a extender letras y recibos, era casi un letrado al lado de Pedro, y tal vez se distinguía también entre los demás por sus relatos de la vida de Jesús, por la facilidad de la palabra, y por el arte de llevar el evangelio a las inteligencias y a los corazones de los hijos de Israel. Pero un día tuvo que alejarse, como los demás, y entonces fue cuando los primeros cristianos de la Ciudad Santa consiguieron de él que les dejase por escrito lo que con tanto gusto le habían oído exponer de viva voz. Así explica Eusebio el origen de la primera historia de la vida de Cristo.

LA LENGUA MATERNA DE JESUS

Mateo la escribió en la lengua de sus compatriotas, en arameo, la lengua en que Cristo había pronunciado sus discursos y sus parábolas. Hoy sólo tenemos la traducción griega, un griego correcto y casi clásico: pero delata su origen semita, desde las primeras palabras, desde las genealogías del primer capitulo.

Entre los ritmos de los oradores del ágora saltan de vez en cuando las palabras rudas de los pescadores del lago de Genesaret -raca, córbona, gábbata-: y cuando nos parece oír a un discípulo del Museo alejandrino, nos encontramos sumergidos en aquella Judea orgullosa de sus tradiciones mosaicas y de su ciudad sagrada, en aquella Jerusalén orgullosa de su templo y de sus sacerdotes, en aquel templo donde se pagaba el diezmo de la menta y el comino, donde los descendientes de Aarón se paseaban arrogantes, ostentando sus filacterias de pergamino ante la multitud devota que les rodea y les aclama: "Rabbi, rabbi." Es la Jerusalén de Agripa y de Gamaliel, la que vivía ya entre los primeros presagios de la tormenta, pero aún no presentía el castigo del deicidio. La memoria de Cristo estaba fresca todavía: apenas quince años habían pasado desde que expiró en la cruz, cuando el antiguo publicano recogía en un libro sus hechos y sus discursos.

CONSERVAR LA DOCTRINA

El único objeto que le guiaba era fijar la predicación oral, que, al dispersarse por el mundo los Apóstoles, podría perder la uniformidad y aquella autoridad que habla tenido hasta entonces. Lucas, Marcos y Juan, se propondrán la misma finalidad. Los tres escribirán la vida de Jesús, reproduciendo la enseñanza apostólica y recogiendo las expresiones consagradas durante quince años. Esto explica sus concordancias y divergencias.

El Cristo de San Mateo, se nos figura menos familiar que el de San Marcos, tan indulgente siempre frente a la rudeza de sus discípulos: En Lucas aparece el Salvador dé los hombres; y Juan nos dará a conocer más tarde el Verbo de Dios. Juan es el revelador de la vida interior de Jesús y empieza a destacar la familia de Jesús que en su Evangelio aparece ya con el nombre de la Iglesia. Jesús, Dulce y humilde de corazón, no extingue la mecha humeante, ni remata la caña cascada, pero resiste a los hipócritas y los desenmascara. Mateo nos dice que el Mesías es un legislador superior a Moisés, que habla en su propio nombre y con autoridad divina: es el Hijo único de Dios, a quien Israel ha desconocido, perdiendo así sus privilegios para transmitírselos a la Iglesia. Esta tesis hace al primer Evangelio el más didáctico entre los sinópticos. Se trata de demostrar el gran hecho histórico de que el profeta condenado unos años antes por los judíos como blasfemo por usurpar el nombre de Hijo de Dios, era realmente el Mesías, de quien estaban llenos todos los libros del Antiguo Testamento. Como consecuencia, los soberbios habían sido rechazados y los humildes escogidos para continuar la obra del Crucificado y extenderla por todas las naciones. La preocupación apologética se manifiesta en el afán de señalar la realización de los oráculos proféticos en la vida de Jesús.

DIFERENTES ESTILOS

Pero lo que San Mateo se propone, ante todo, es enseñar, recogiendo fielmente los discursos de su Maestro.

No tiene el realismo expresivo que Marcos sabe dar a su narración, ni la gracia conmovedora de San Lucas, ni la mirada penetrante de San Juan, pero es más abundante; nos ha conservado más palabras de Jesús, palabras sencillas y directas, y tan vivas, que nos parece oírlas con el acento, con la entonación que tenían al salir de los labios del Hombre-Dios. Sin el sentido cronológico de Lucas, Mateo tiene en la composición una lucidez que no tiene Marcos; menos vida, pero más orden, más lógica, más claridad.

Antes de que Cristo le llamase a ocupar uno de los primeros puestos en el reino de los Cielos, según su expresión favorita, debió de ser apreciado por sus jefes por el cuidado y la regularidad con que llevaba sus cuentas y sus papeles.

Autor: Jesús Marti Ballester


sábado, 19 de septiembre de 2009

Sobre el sacramento de la Penitencia: Carta Apostólica en forma de "Motu Propio" Misericordia Dei , Juan Pablo II

Sobre algunos aspectos de la celebración del Sacramento de la Penitencia

Por la misericordia de Dios, Padre que reconcilia, el Verbo se encarnó en el vientre purísimo de la Santísima Virgen María para salvar «a su pueblo de sus pecados» (Mt 1,21) y abrirle «el camino de la salvación».(1) San Juan Bautista confirma esta misión indicando a Jesús como «el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29). Toda la obra y predicación del Precursor es una llamada enérgica y ardiente a la penitencia y a la conversión, cuyo signo es el bautismo administrado en las aguas del Jordán. El mismo Jesús se somete a aquel rito penitencial (cf. Mt 3, 13-17), no porque haya pecado, sino porque «se deja contar entre los pecadores; es ya "el cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1,29); anticipa ya el "bautismo" de su muerte sangrienta».(2) La salvación es, pues y ante todo, redención del pecado como impedimento para la amistad con Dios, y liberación del estado de esclavitud en la que se encuentra al hombre que ha cedido a la tentación del Maligno y ha perdido la libertad de los hijos de Dios (cf.Rm 8,21).

La misión confiada por Cristo a los Apóstoles es el anuncio del Reino de Dios y la predicación del Evangelio con vistas a la conversión (cf. Mc 16,15; Mt 28,18-20). La tarde del día mismo de su Resurrección, cuando es inminente el comienzo de la misión apostólica, Jesús da a los Apóstoles, por la fuerza del Espíritu Santo, el poder de reconciliar con Dios y con la Iglesia a los pecadores arrepentidos: «Recibid el Espíritu Santo.A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20,22-23).(3)

A lo largo de la historia y en la praxis constante de la Iglesia, el «ministerio de la reconciliación» (2 Co 5,18), concedida mediante los sacramentos del Bautismo y de la Penitencia, se ha sentido siempre como una tarea pastoral muy relevante, realizada por obediencia al mandato de Jesús como parte esencial del ministerio sacerdotal. La celebración del sacramento de la Penitencia ha tenido en el curso de los siglos un desarrollo que ha asumido diversas formas expresivas, conservando siempre, sin embargo, la misma estructura fundamental, que comprende necesariamente, además de la intervención del ministro - solamente un Obispo o un presbítero, que juzga y absuelve, atiende y cura en el nombre de Cristo -, los actos del penitente: la contrición, la confesión y la satisfacción.

En la Carta apostólica Novo millennio ineunte he escrito: «Deseo pedir, además, una renovada valentía pastoral para que la pedagogía cotidiana de la comunidad cristiana sepa proponer de manera convincente y eficaz la práctica del Sacramento de la Reconciliación. Como se recordará, en 1984 intervine sobre este tema con la Exhortación postsinodal Reconciliatio et paenitentia, que recogía los frutos de la reflexión de una Asamblea general del Sínodo de los Obispos, dedicada a esta problemática. Entonces invitaba a esforzarse por todos los medios para afrontar la crisis del "sentido del pecado" [...]. Cuando el mencionado Sínodo afrontó el problema, era patente a todos la crisis del Sacramento, especialmente en algunas regiones del mundo. Los motivos que lo originan no se han desvanecido en este breve lapso de tiempo. Pero el Año jubilar, que se ha caracterizado particularmente por el recurso a la Penitencia sacramental nos ha ofrecido un mensaje alentador, que no se ha de desperdiciar: si muchos, entre ellos tantos jóvenes, se han acercado con fruto a este sacramento, probablemente es necesario que los Pastores tengan mayor confianza, creatividad y perseverancia en presentarlo y valorizarlo».(4)

Con estas palabras pretendía y pretendo dar ánimos y, al mismo tiempo, dirigir una insistente invitación a mis hermanos Obispos - y, a través de ellos, a todos los presbíteros - a reforzar solícitamente el sacramento de la Reconciliación, incluso como exigencia de auténtica caridad y verdadera justicia pastoral,(5) recordándoles que todo fiel, con las debidas disposiciones interiores, tiene derecho a recibir personalmente la gracia sacramental.

A fin de que el discernimiento sobre las disposiciones de los penitentes en orden a la absolución o no, y a la imposición de la penitencia oportuna por parte del ministro del Sacramento, hace falta que el fiel, además de la conciencia de los pecados cometidos, del dolor por ellos y de la voluntad de no recaer más,(6) confiese sus pecados. En este sentido, el Concilio de Trento declaró que es necesario «de derecho divino confesar todos y cada uno de los pecados mortales».(7) La Iglesia ha visto siempre un nexo esencial entre el juicio confiado a los sacerdotes en este Sacramento y la necesidad de que los penitentes manifiesten sus propios pecados,(8) excepto en caso de imposibilidad. Por lo tanto, la confesión completa de los pecados graves, siendo por institución divina parte constitutiva del Sacramento, en modo alguno puede quedar confiada al libre juicio de los Pastores (dispensa, interpretación, costumbres locales, etc.). La Autoridad eclesiástica competente sólo especifica - en las relativas normas disciplinares - los criterios para distinguir la imposibilidad real de confesar los pecados, respecto a otras situaciones en las que la imposibilidad es únicamente aparente o, en todo caso, superable.

En las circunstancias pastorales actuales, atendiendo a las expresas preocupaciones de numerosos hermanos en el Episcopado, considero conveniente volver a recordar algunas leyes canónicas vigentes sobre la celebración de este sacramento, precisando algún aspecto del mismo, para favorecer - en espíritu de comunión con la responsabilidad propia de todo el Episcopado(9) - su mejor administración. Se trata de hacer efectiva y de tutelar una celebración cada vez más fiel, y por tanto más fructífera, del don confiado a la Iglesia por el Señor Jesús después de la resurrección (cf. Jn 20,19-23). Todo esto resulta especialmente necesario, dado que en algunas regiones se observa la tendencia al abandono de la confesión personal, junto con el recurso abusivo a la «absolución general» o «colectiva», de tal modo que ésta no aparece como medio extraordinario en situaciones completamente excepcionales. Basándose en una ampliación arbitraria del requisito de la grave necesidad,(10) se pierde de vista en la práctica la fidelidad a la configuración divina del Sacramento y, concretamente, la necesidad de la confesión individual, con daños graves para la vida espiritual de los fieles y la santidad de la Iglesia.

Así pues, tras haber oído el parecer de la Congregación para la Doctrina de la fe, la Congregación para el Culto divino y la disciplina de los sacramentos y el Consejo Pontificio para los Textos legislativos, además de las consideraciones de los venerables Hermanos Cardenales que presiden los Dicasterios de la Curia Romana, reiterando la doctrina católica sobre el sacramento de la Penitencia y la Reconciliación expuesta sintéticamente en el Catecismo de la Iglesia Católica,(11) consciente de mi responsabilidad pastoral y con plena conciencia de la necesidad y eficacia siempre actual de este Sacramento, dispongo cuanto sigue:

1. Los Ordinarios han de recordar a todos los ministros del sacramento de la Penitencia que la ley universal de la Iglesia ha reiterado, en aplicación de la doctrina católica sobre este punto, que:

a) «La confesión individual e íntegra y la absolución constituyen el único modo ordinario con el que un fiel consciente de que está en pecado grave se reconcilia con Dios y con la Iglesia; sólo la imposibilidad física o moral excusa de esa confesión, en cuyo caso la reconciliación se puede conseguir también por otros medios».(12)

b) Por tanto, «todos los que, por su oficio, tienen encomendada la cura de almas, están obligados a proveer que se oiga en confesión a los fieles que les están encomendados y que lo pidan razonablemente; y que se les dé la oportunidad de acercarse a la confesión individual, en días y horas determinadas que les resulten asequibles».(13)

Además, todos los sacerdotes que tienen la facultad de administrar el sacramento de la Penitencia, muéstrense siempre y totalmente dispuestos a administrarlo cada vez que los fieles lo soliciten razonablemente.(14) La falta de disponibilidad para acoger a las ovejas descarriadas, e incluso para ir en su búsqueda y poder devolverlas al redil, sería un signo doloroso de falta de sentido pastoral en quien, por la ordenación sacerdotal, tiene que llevar en sí la imagen del Buen Pastor.

2. Los Ordinarios del lugar, así como los párrocos y los rectores de iglesias y santuarios, deben verificar periódicamente que se den de hecho las máximas facilidades posibles para la confesión de los fieles. En particular, se recomienda la presencia visible de los confesores en los lugares de culto durante los horarios previstos, la adecuación de estos horarios a la situación real de los penitentes y la especial disponibilidad para confesar antes de las Misas y también, para atender a las necesidades de los fieles, durante la celebración de la Santa Misa, si hay otros sacerdotes disponibles.(15)

3. Dado que «el fiel está obligado a confesar según su especie y número todos los pecados graves cometidos después del Bautismo y aún no perdonados por la potestad de las llaves de la Iglesia ni acusados en la confesión individual, de los cuales tenga conciencia después de un examen diligente»,(16) se reprueba cualquier uso que restrinja la confesión a una acusación genérica o limitada a sólo uno o más pecados considerados más significativos. Por otro lado, teniendo en cuenta la vocación de todos los fieles a la santidad, se les recomienda confesar también los pecados veniales.(17)

4. La absolución a más de un penitente a la vez, sin confesión individual previa, prevista en el can. 961 del Código de Derecho Canónico, ha ser entendida y aplicada rectamente a la luz y en el contexto de las normas precedentemente enunciadas. En efecto, dicha absolución «tiene un carácter de excepcionalidad»(18) y no puede impartirse «con carácter general a no ser que:

1º amenace un peligro de muerte, y el sacerdote o los sacerdotes no tengan tiempo para oír la confesión de cada penitente;

2º haya una grave necesidad, es decir, cuando, teniendo en cuenta el número de los penitentes, no hay bastantes confesores para oír debidamente la confesión de cada uno dentro de un tiempo razonable, de manera que los penitentes, sin culpa por su parte, se verían privados durante notable tiempo de la gracia sacramental o de la sagrada comunión; pero no se considera suficiente necesidad cuando no se puede disponer de confesores a causa sólo de una gran concurrencia de penitentes, como puede suceder en una gran fiesta o peregrinación».(19)

Sobre el caso de grave necesidad, se precisa cuanto sigue:

a) Se trata de situaciones que, objetivamente, son excepcionales, como las que pueden producirse en territorios de misión o en comunidades de fieles aisladas, donde el sacerdote sólo puede pasar una o pocas veces al año, o cuando lo permitan las circunstancias bélicas, metereológicas u otras parecidas.

b) Las dos condiciones establecidas en el canon para que se dé la grave necesidad son inseparables, por lo que nunca es suficiente la sola imposibilidad de confesar «como conviene» a las personas dentro de «un tiempo razonable» debido a la escasez de sacerdotes; dicha imposibilidad ha de estar unida al hecho de que, de otro modo, los penitentes se verían privados por un «notable tiempo», sin culpa suya, de la gracia sacramental. Así pues, se debe tener presente el conjunto de las circunstancias de los penitentes y de la diócesis, por lo que se refiere a su organización pastoral y la posibilidad de acceso de los fieles al sacramento de la Penitencia.

c) La primera condición, la imposibilidad de «oír debidamente la confesión» «dentro de un tiempo razonable», hace referencia sólo al tiempo razonable requerido para administrar válida y dignamente el sacramento, sin que sea relevante a este respecto un coloquio pastoral más prolongado, que puede ser pospuesto a circunstancias más favorables. Este tiempo razonable y conveniente para oír las confesiones, dependerá de las posibilidades reales del confesor o confesores y de los penitentes mismos.

d) Sobre la segunda condición, se ha de valorar, según un juicio prudencial, cuánto deba ser el tiempo de privación de la gracia sacramental para que se verifique una verdadera imposibilidad según el can. 960, cuando no hay peligro inminente de muerte. Este juicio no es prudencial si altera el sentido de la imposibilidad física o moral, como ocurriría, por ejemplo, si se considerara que un tiempo inferior a un mes implicaría permanecer «un tiempo razonable» con dicha privación.

e) No es admisible crear, o permitir que se creen, situaciones de aparente grave necesidad, derivadas de la insuficiente administración ordinaria del Sacramento por no observar las normas antes recordadas(20) y, menos aún, por la opción de los penitentes en favor de la absolución colectiva, como si se tratara de una posibilidad normal y equivalente a las dos formas ordinarias descritas en el Ritual.

f) Una gran concurrencia de penitentes no constituye, por sí sola, suficiente necesidad, no sólo en una fiesta solemne o peregrinación, y ni siquiera por turismo u otras razones parecidas, debidas a la creciente movilidad de las personas.

5. Juzgar si se dan las condiciones requeridas según el can. 961, § 1, 2º, no corresponde al confesor, sino al Obispo diocesano, «el cual, teniendo en cuenta los criterios acordados con los demás miembros de la Conferencia Episcopal, puede determinar los casos en que se verifica esa necesidad».(21) Estos criterios pastorales deben ser expresión del deseo de buscar la plena fidelidad, en las circunstancias del respectivo territorio, a los criterios de fondo expuestos en la disciplina universal de la Iglesia, los cuales, por lo demás, se fundan en las exigencias que se derivan del sacramento mismo de la Penitencia en su divina institución.

6. Siendo de importancia fundamental, en una materia tan esencial para la vida de la Iglesia, la total armonía entre los diversos Episcopados del mundo, las Conferencias Episcopales, según lo dispuesto en el can. 455, §2 del C.I.C., enviarán cuanto antes a la Congregación para el Culto divino y la disciplina de los sacramentos el texto de las normas que piensan emanar o actualizar, a la luz del presente Motu proprio, sobre la aplicación del can. 961 del C.I.C. Esto favorecerá una mayor comunión entre los Obispos de toda la Iglesia, impulsando por doquier a los fieles a acercarse con provecho a las fuentes de la misericordia divina, siempre rebosantes en el sacramento de la Reconciliación.

Desde esta perspectiva de comunión será también oportuno que los Obispos diocesanos informen a las respectivas Conferencias Episcopales acerca de si se dan o no, en el ámbito de su jurisdicción, casos de grave necesidad.Será además deber de las Conferencias Episcopales informar a la mencionada Congregación acerca de la situación de hecho existente en su territorio y sobre los eventuales cambios que después se produzcan.

7. Por lo que se refiere a las disposiciones personales de los penitentes, se recuerda que:

a) «Para que un fiel reciba validamente la absolución sacramental dada a varios a la vez, se requiere no sólo que esté debidamente dispuesto, sino que se proponga a la vez hacer en su debido tiempo confesión individual de todos los pecados graves que en las presentes circunstancias no ha podido confesar de ese modo».(22)

b) En la medida de lo posible, incluso en el caso de inminente peligro de muerte, se exhorte antes a los fieles «a que cada uno haga un acto de contrición».(23)

c) Está claro que no pueden recibir validamente la absolución los penitentes que viven habitualmente en estado de pecado grave y no tienen intención de cambiar su situación.

8. Quedando a salvo la obligación de «confesar fielmente sus pecados graves al menos una vez al año»,(24) «aquel a quien se le perdonan los pecados graves con una absolución general, debe acercarse a la confesión individual lo antes posible, en cuanto tenga ocasión, antes de recibir otra absolución general, de no interponerse una causa justa».(25)

9. Sobre el lugar y la sede para la celebración del Sacramento, téngase presente que:

a) «El lugar propio para oír confesiones es una iglesia u oratorio»,(26) siendo claro que razones de orden pastoral pueden justificar la celebración del sacramento en lugares diversos;(27)

b) las normas sobre la sede para la confesión son dadas por las respectivas Conferencias Episcopales, las cuales han de garantizar que esté situada en «lugar patente» y esté «provista de rejillas» de modo que puedan utilizarlas los fieles y los confesores mismos que lo deseen.(28)

Todo lo que he establecido con la presente Carta apostólica en forma de Motu proprio, ordeno que tenga valor pleno y permanente, y se observe a partir de este día, sin que obste cualquier otra disposición en contra.Lo que he establecido con esta Carta tiene valor también, por su naturaleza, para las venerables Iglesias Orientales Católicas, en conformidad con los respectivos cánones de su propio Código.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 7 de abril, Domingo de la octava de Pascua o de la Divina Misericordia, en el año del Señor 2002, vigésimo cuarto de mi Pontificado.

JUAN PABLO II

(1)Misal Romano,Prefacio del Adviento I.
(2)Catecismo de la Iglesia Católica, 536.
(3)Cf. Conc. Ecum. de Trento, sess.XIV, De sacramento paenitentiae, can. 3: DS 1703.
(4)N. 37: AAS 93(2001) 292.
(5)Cf. CIC, cann.213 y 843, § I.
(6)Cf. Conc. Ecum. de Trento, sess. XIV, Doctrina de sacramento paenitentiae, cap. 4: DS 1676.
(7)Ibíd., can. 7: DS 1707.
(8)Cf. ibíd., cap. 5: DS 1679; Conc. Ecum. de Florencia, Decr. pro Armeniis (22 noviembre 1439): DS 1323.
(9)Cf. can. 392; Conc. Ecum. Vatic. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 23.27; Decr.Christus Dominus, sobre la función pastoral de los obispos, 16.
(10)Cf. can. 961, § 1, 2º.
(11)Cf. nn. 980-987; 1114-1134; 1420-1498.
(12)Can. 960.
(13)Can. 986, § 1.
(14)Cf. Conc. Ecum. Vatic. II, Decr. Presbyterorum Ordinis, sobre el ministerio y vida de los presbíteros, 13; Ordo Paenitentiae, editio typica, 1974, Praenotanda, 10,b.
(15)Cf. Congregación para el Culto divino y la disciplina de los sacramentos, Responsa ad dubia proposita: «Notitiae», 37(2001) 259-260.
(16)Can. 988, § 1.
(17)Cf. can. 988, § 2; Exhort. ap. postsinodal Reconciliatio et paenitentia (2 diciembre 1984), 32: AAS 77(1985) 267; Catecismo de la Iglesia Católica, 1458.
(18)Exhort. ap. postsinodal Reconciliatio et paenitentia (2 diciembre 1984), 32: AAS 77(1985) 267.
(19)Can. 961, § 1.
(20)Cf. supra nn. 1 y 2.
(21)Can. 961, § 2.
(22)Can. 962, § 1.
(23)Can. 962, § 2.
(24)Can. 989.
(25)Can. 963.
(26)Can. 964, § 1.
(27)Cf. can. 964, 3.
(28)Consejo pontificio para la Interpretación de los textos legislativos, Responsa ad propositum dubium: de loco excipiendi sacramentales confessiones (7 julio 1998): AAS 90 (1998) 711.
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viernes, 18 de septiembre de 2009

San Juan Macías 18 de Setiembre

San Juan MacíasNació en Rivera de Fresno, en Extremadura, España, el 2 de marzo de 1585. Era muy niño cuando sus padres murieron, quedando él bajo el cuidado de un tío suyo que lo hizo trabajar como pastor. Después de un tiempo conoció a un comerciante con el cual comenzó a trabajar, en 1616 el mercader viajó a América y Juan junto con él. Llegó primero a Cartagena y de ahí decidió dirigirse al interior del Reino de Nueva Granada, visitó Pasto y Quito, para llegar finalmente al Perú donde se instalaría por el resto de su vida. Recién llegado obtuvo trabajo en una hacienda ganadera en las afueras de la capital y en estas circunstancias descubrió su vocación a la vida religiosa. Después de dos años ahorró un poco de dinero y se instaló definitivamente en Lima. Repartió todo lo que tenía entre los pobres y se preparó para entrar a la Orden de Predicadores como hermano lego en el convento de dominicos de Santa María Magdalena donde había sido admitido. El 23 de enero de 1622 tomó los hábitos. Su vida en el convento estuvo marcada por la profunda oración, la penitencia y la caridad. Por las austeridades a las que se sometía sufrió una grave enfermedad por la cual tuvo que ser intervenido en una peligrosa operación. Ocupó el cargo de portero y este fue el lugar de su santificación. El portón del monasterio era el centro de reunión de los mendigos, los enfermos y los desamparados de toda Lima que acudían buscando consuelo. El propio Virrey y la nobleza de Lima acudían a él en busca de consejos. Andaba por la ciudad en busca de limosna para repartir entre los pobres. No se limitaba a saciar el hambre de pan, sino que completaba su ayuda con buenos consejos y exhortaciones en favor de la vida cristiana y el amor a Dios. Murió el 16 de setiembre de 1645 y fue canonizado el 28 de setiembre de 1975 por Pablo VI.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Con María, y la soledad de Jesús Sacramentado
Hay un sitio en el Sagrario que tiene tu nombre y toda la paz que ansías... y Jesús te espera.
Con María, y la soledad de Jesús Sacramentado
Madre, hoy he venido a visitar a tu Hijo en el Sagrario, pero siento que no soy hoy la mejor compañía. Mi corazón está triste, con una tristeza pesada y gris que, como humo denso, tiñe mis afectos y mis sueños. Siento una gran soledad, no porque Jesús o tú, Madre querida, se hayan alejado de mí, sino que soy yo la que no logra hallarlos.

- Soledad, hija, soledad... Bien comprendemos esa palabra mi Hijo y yo... soledad. Ven, entra con tu corazón al Sagrario y conversaremos un poco. Sé bien que lo necesitas.

- Gracias, María, gracias. Yo sabía, en lo más íntimo del alma, en ese pequeño rinconcito iluminado y eterno donde la tristeza no llega, allí, sabía que podía contar contigo.
Y mi corazón, lento y pesado por mis pecados y olvidos, se va acercando al Sagrario.
Tú estás a la puerta y me abres. ¡Qué deliciosos perfumes percibe el alma cuando está cerca de ti!
Con gran sorpresa veo que, por dentro, el Sagrario es muchísimo más grande de lo que parece y hay allí demasiados asientos desocupados, demasiados...
Me llevas a un sitio, un lugar inundado de toda la paz que anhela mi alma. Noto que tiene mi nombre, ¡Oh Dios mío, mi nombre!. Me duele el corazón al pensar cuánto tiempo lo he dejado vacío.
- Cuéntame, ahora, de tu soledad- me pides, Madre mía.
Pero ni una palabra se atreve a salir de mi boca. Por el bello y sereno recinto del Sagrario, Jesús camina, mirando uno a uno los sitios vacíos... Solo el más inmenso amor puede soportar la más inmensa soledad.
Inmensa soledad que es larga suma de tantas ausencias. Y cada ausencia tiene un nombre y sé, tristemente, que el mío también suma.
Entonces tu voz, María, me ilumina el alma:

- El Sagrario es demasiado pequeño para tanta soledad. Tú no puedes hacer más grande el Sagrario, pero sí puedes hacer más pequeña su soledad.
Tus ojos están llenos de lágrimas y le miras a Él con un amor tan grande como jamás vi.
- Hija, ¡Si supieras cuánto eres amada! ¡Si supieras cuánto eres esperada!. Cada día, cada minuto, el Amor aguarda tus pasos, acercándose, tu corazón, amándole, tu compañía, que hace más soportable tanta espera.
Siento una dolorosa vergüenza por mis quejas. Cada Sagrario, en su interior, es como todos los Sagrarios del mundo juntos. Miro a mi alrededor y veo a muchas personas. Son todos los que, en este momento, en todo el mundo, están acompañando a Jesús Sacramentado.
Cada uno con su cruz de dolor, tristeza, soledad, vacíos, traiciones.. Y Jesús repite, para cada uno de ellos, las palabras de la Escritura “Vengan a Mí cuando estén cansados y agobiados, que Yo los aliviaré” Mt 11,28.
Y me quedo a tu lado, en mi sitio, Madre, esperando a Jesús que se acerca. Me tomo fuerte de tu mano, para no caerme, para no decir nada torpe e inoportuno, muy habitual en mi. Y allí me quedo, y el Maestro sigue acercándose, y el perfume envuelve al alma y ahuyenta los grises humos de mis penas.
Entonces, escucho en el alma tus palabras, Madre:
- Ahora, ve a confesarte.
Sin preguntar nada, sin saber como terminará este encuentro, te hago caso Madre. Me quedo cerca del confesionario, aunque aún no ha llegado el sacerdote y la misa está por comenzar. Pero si tú lo dices, Madre, seguro lo hallaré. En ese momento llega el sacerdote. Como él no daba la misa, sino el obispo, tuve tiempo de prepararme bien para mi confesión, que me dejó el alma tranquila y sin la pesada carga de mis pecados...

Me quedo pensando en Jesús, que venía a acercándose a mí, en el Sagrario. Pero allí me doy cuenta de tu gesto, Madre querida. Tu me ofrecías algo más. Tú me ofrecías el abrazo real y concreto de Jesús en la Eucaristía, y para que mi alma estuviera en estado de gracia para responder a ese abrazo, me pediste que fuera a confesarme.

¡Gracias Madre! Gracias por amarme y cuidarme tanto... ¡Qué hermosa manera de terminar este encuentro con Jesús! ¡Con su abrazo real, bajo la forma del Pan!
La misa ha comenzado. Siento que la soledad del Sagrario es un poquito más pequeña, no mucho, pero sí mas pequeña... Y si mi compañía alivió su soledad, seguro que la tuya, amigo que lees estas líneas, también la aliviará. Y si invitas a un amigo a hacerle compañía... ¡Oh, cuanto podemos hacer disminuir la soledad de Jesús en el Sagrario!¡Cuánto puede Él, en su infinita Misericordia, colmar nuestras almas de paz!
Hay un sitio en el Sagrario que tiene tu nombre y toda la paz que ansías... y Jesús te espera, diciéndote “Ven a Mi, cuando estés cansado y agobiado, que Yo te aliviaré”

Amigo, nos encontramos en el Sagrario.

Tomado de Catholic . Net

martes, 15 de septiembre de 2009

María, la Virgen dolorosa

María, la Virgen dolorosa
El dolor, desde que entró el pecado en el mundo, se ha aficionado a nosotros. Es compañero inseparable de nuestro peregrinar por esta vida terrena. Antes o después aparece por el camino de nuestra existencia y se pone a nuestro lado. Tarde o temprano toca a nuestras puertas. Y no nos pide permiso para pasar. Entra y sale como si fuese uno más de casa.

El sufrimiento parece que se aficiona a algunas personas de un modo especial. La vida de la Santísima Virgen estuvo profundamente marcada por el dolor. Dios quiso probar a su Madre, nuestra Madre, en el crisol del sacrificio. Y la probó como a pocos. María padeció mucho. Pero fue capaz de hacerlo con entereza y con amor. Ella es para nosotros un precioso ejemplo también ante el dolor. Sí, Ella es la Virgen dolorosa.


domingo, 13 de septiembre de 2009

Juan Crisóstomo, Santo


Patrono de los predicadores, 13 de septiembre 407
Juan Crisóstomo, Santo
Educado por la madre, santa Antusa, Juan (que nació en Antioquía probablemente en el 349) en los años juveniles llevó una vida monástica en su propia ca
sa.

Después, cuando murió la madre, se retiró al desierto en donde estuvo durante seis años, y los últimos dos los pasó en un retiro solitario dentro de una cueva con perjuicio de su salud. Fue llamado a la ciudad y ordenado diácono, luego pasó cinco años preparándose para el sacerdocio y para el ministerio de la predicación. Ordenado sacerdote por el obispo Fabián, se convirtió en celoso colaborador en el gobierno de la Iglesia antioquena. La especialización pastoral de Juan era la predicación, en la que sobresalía por las cualidades oratorias y la profunda cultura. Pastor y moralista, se preocupaba por transformar la vida de sus oyentes más que por exponer teóricamente el mensaje cristiano.
Los sermones de Juan duraban más de dos horas, pero el docto patriarca sabía user con gran pericia todos los recursos de la oratoria, no para halagar el oído de sus oyentes, sino para instruír, corregir, reprochar.
De los numerosos escritos del santo recordamos un pequeño volumen Sobre el Sacerdocio, que es una obra clásica de la espiritualidad sacerdotal.

Angelus dominical: "Fe en Cristo debe plasmarse en el amor al prójimo", dice el Papa Benedicto XVI

Si uno ama al prójimo con corazón puro y generoso, quiere decir que conoce verdaderamente a Dios
VATICANO, 13 Sep. 09 / 09:47 am (ACI)
Al presidir el rezo del Ángelus dominical en el Palacio Apostólico de Castel Gandolfo, el Papa Benedicto XVI explicó que la fe en Cristo debe plasmarse en el amor al prójimo a través de obras concretas; pues “si uno no ama a los hermanos no es un verdadero creyente”.

El Papa inició sus palabras con dos preguntas que aparecen en el Evangelio de hoy tomado de San Marcos y de la segunda lectura de Santiago: “¿Quién es para ti Jesús de Nazaret?” y “¿Tú fe se traduce en obras o no?”.

En la respuesta a la primera, explicó el Santo Padre, el Apóstol Pedro afirma que Cristo es Dios. Él y los demás Apóstoles, prosiguió, “a diferencia de la mayor parte de la gente creen que Jesús no es solo un gran maestro o un profeta, sino mucho más. Tienen fe: creen que en Él está presente y obra Dios”.

Benedicto XVI aseguró luego que ante el primer anuncio de la muerte de Jesús, Pedro se opone a esta “perspectiva de sufrimiento y muerte” ante lo que el Señor “le hace entender que no basta creer que Él es Dios, sino que la caridad exige seguirlo a través de su mismo camino, la de la cruz. Jesús no ha venido a enseñarnos una filosofía, sino a mostrarnos un camino, el camino que conduce a la vida”.

Este camino, dijo el Papa, “es el amor, que es la expresión de la verdadera fe. Si uno ama al prójimo con corazón puro y generoso, quiere decir que conoce verdaderamente a Dios. Si en vez de eso uno dice que tiene fe y no ama a los hermanos, no es un verdadero creyente. Dios no habita en él. Lo afirma claramente Santiago en la segunda lectura de la Misa de este domingo: ‘Si no es seguida por las obras, (la fe) en sí misma está muerta’”.

Seguidamente el Santo Padre recordó una cita de San Juan Crisóstomo, a quien la Iglesia recuerda hoy, cuando explica este concepto afirmando que “uno puede tener una recta fe en el Padre y el Hijo, así como en el Espíritu Santo, pero si no tiene una vida recta, su fe no servirá para su salvación”.

“Queridos amigos, mañana celebraremos la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, al día siguiente a la Virgen Dolorosa. La Virgen María, que creyó en la Palabra del Señor, no perdió su fe en Dios cuando vio a su Hijo crucificado, ultrajado y sobre la cruz. Se quedó junto a Jesús, sufriendo y rezando, hasta el final. Y vivió el alba radiante de su Resurrección”.

Por ello, concluyó el Papa, “aprendamos de ella a testimoniar nuestra fe con una vida de humilde servicio, disponible a las personas para permanecer fieles al Evangelio de la caridad y la verdad, seguros que no es vano cuanto hagamos”.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Nacer de la Virgen María


María, con un amor inimaginable, nos lleva siempre en sus castas entrañas como hijos pequeños.
Nacer de la Virgen María
Una persona realmente cristiana no puede ni debe vivir más que de la vida de Nuestro Señor Jesucristo.
Esta vida divina debe ser el principio de todos sus pensamientos, de todas sus palabras y de todas sus acciones.
Jesucristo fue concebido en el seno de María por obra del Espíritu Santo. Jesucristo nació del seno virginal de María. Concebido por obra del Espíritu Santo, nacido de María Virgen.
El bautismo y la fe hacen que empiece en nosotros la vida de Jesucristo. Por eso, somos como concebidos por obra del Espíritu Santo. Pero debemos, como el Salvador, nacer de la Virgen María.

Jesucristo quiso formarse a nuestra semejanza en el seno virginal de María. También nosotros debemos formarnos a semejanza de Jesucristo en el seno de María, conformar nuestra conducta con su conducta, nuestras inclinaciones con sus inclinaciones, nuestra vida con su vida.

María, con un amor inimaginable, nos lleva siempre en sus castas entrañas como hijos pequeños, hasta tanto que, habiendo formado en nosotros los primeros rasgos de su hijo, nos dé a luz como a Él. María nos repite incesantemente estas hermosas palabras de san Pablo: Hijitos míos, por quienes de nuevo sufro dolores de parto hasta que Cristo se forme en vosotros (Gál 4,19). Hijitos míos, que yo quisiera dar a luz cuando Jesucristo se haya formado perfectamente en vosotros.

Fidelidad, prudencia y bondad son exigencias de Cristo


Al presidir esta mañana la ordenación de cinco nuevos obispos, entre los cuales se encuentra el nuevo Nuncio en Venezuela, Mons. Pietro Parolin, el Papa Benedicto XVI señaló que todo obispo es un servidor de Dios, al cual el Señor le exige vivir tres características fundamentales: la fidelidad, la prudencia y la bondad.

En esta Eucaristía celebrada en la Basílica de San Pedro también recibieron la ordenación episcopal Mons. Gabriele Giordano Caccia, Nuncio Apostólico en Líbano; Mons. Franco Coppola, Nuncio Apostólico en Burundi; Mons. Raffaello Martinelli, Obispo de Frascati, y Mons. Giorgio Corbellini, presidente de la Oficina del Trabajo de la Sede Apostólica.

En su homilía de la Misa que concelebraron el Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado Vaticano, y el Cardenal William Joseph Levada, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Santo Padre afirmó que la ordenación episcopal es un evento de oración.

Según indica la nota de Radio Vaticana, el Papa explicó que “ningún hombre puede hacer de otro un sacerdote o un obispo” pues es “el Señor mismo que, a través de la palabra de la oración y el gesto de la imposición de las manos, asume al hombre totalmente a su servicio, lo atrae a su mismo Sacerdocio”, para que su Palabra y su obra estén presentes en todos los tiempos.

“La Iglesia no es nuestra, sino suya, la Iglesia de Dios”, prosiguió y destacó que “no atamos a los hombres a nosotros; no buscamos poder, prestigio, o estima para nosotros mismos. Conducimos a los hombres hacia Jesucristo y así hacia el Dios viviente”.

Benedicto XVI resaltó también que el mismo Jesús resumió todos los aspectos del Sacerdocio en una sola frase: “el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud". Por lo tanto, “servir es donarse a sí mismo, a los demás de parte de Dios y en vista de Dios”, agregó.

Al hablar de la fidelidad, el Papa explicó que ésta es “altruismo, y así, es liberadora para el ministro mismo y para cuantos le son confiados. Sabemos cómo las cosas en la sociedad civil y, con frecuencia, también en la Iglesia, sufren por el hecho de que muchos de aquellos a los cuales les ha sido confiada una responsabilidad, trabajan para sí mismos y no para la comunidad”.

La fidelidad de aquel que es siervo de Jesús consiste en no tratar de adaptar la fe a las modas del momento, pues sólo Cristo tiene palabras de vida eterna y se deben llevar a la gente. “La fe necesita ser transmitida: no nos fue entregada sólo para nosotros, para la salvación personal de nuestra alma, sino para los demás, para este mundo y nuestro tiempo”, remarcó el Santo Padre.

Refiriéndose a la característica de la prudencia, el Pontífice advirtió que ésta no debe confundirse con la astucia, sino que se debe asumir como un criterio para actuar en la verdad: “la prudencia exige la razón humilde, disciplinada y vigilante que no se deja deslumbrar por los prejuicios, no juzga según los deseos y pasiones, sino que busca la verdad- incluso la verdad incómoda. Prudencia significa ir en búsqueda de la verdad y actuar conforme a ella. El siervo prudente es sobre todo un hombre de verdad y un hombre de sincera razón”, dijo el Santo Padre.

Benedicto XVI aseguró que cuando el hombre se deja abrazar por la verdad de Cristo se hace razonable y “no nos dejamos guiar por la pequeña ventana de la personal astucia, sino por la gran ventana que Cristo nos ha abierto sobre toda la verdad, miramos al mundo y a los hombres y reconocemos así las cosas que verdaderamente son importantes en la vida”.

Al hablar luego de la bondad, la tercera de las características del siervo de Dios, el Papa precisó primeramente que, como dijo Jesús, “nadie es bueno sino Dios” que es la bondad en persona, por ello, “en una criatura, en el hombre, ser bueno se basa necesariamente en su orientación interior hacia Dios”:

“Nos hacemos siervos buenos mediante nuestra relación viva con Jesucristo. Sólo si nuestra vida se desarrolla en diálogo con ÉL, sólo si su ser, sus características penetran en nosotros y nos plasman, podemos convertirnos en siervos verdaderamente buenos”.

Al concluir su homilía, el Papa habló del nombre de María, que la Iglesia recuerda hoy. “En Ella, totalmente unida a su Hijo, los hombres en las tinieblas y en los sufrimientos de este mundo han encontrado el rostro de la Madre, que nos da la valentía para seguir adelante”.

Finalmente el Papa alentó a rezarle a la Madre de Dios, “para que nos conduzca siempre hacia su Hijo, fuente de toda bondad”.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Hacer silencio para escuchar a Dios y caminar a la santidad, pide Benedicto XVI

En su habitual catequesis de la Audiencia General de hoy, el Papa Benedicto XVI habló de San Pedro Damián, monje y reformador de la Iglesia del siglo XI, que es ejemplo para los cristianos para "saber hacer silencio en nosotros para escuchar la voz de Dios en la plegaria y la meditación" para así caminar hacia la santidad.

El Santo Padre explicó que Pedro Damián fue un "monje, amante de la soledad y, a la vez, intrépido hombre de Iglesia, comprometido en primera persona en la obra de fuerte reforma comenzada por los pontífices de su época".

Este Santo, continuó el Papa, que perdió muy pronto a sus padres y fue educado por sus hermanos, tuvo una magnífica formación tanto jurídica como en la cultura clásica y latina. En su juventud se dedicó a la enseñanza y fue autor de grandes obras literarias, pero pronto sintió la llamada a la vida monacal e ingresó en el monasterio de Fonte Avellana.

Benedicto XVI señaló que ese monasterio "estaba dedicado a la Santa Cruz y la Cruz será el misterio cristiano que más fascinará a Pedro Damián" y expresó su deseo de que el ejemplo de San Pedro Damián "nos lleve a mirar siempre a la Cruz como al acto de amor supremo de Dios para el hombre, que nos dio la salvación".

San Pedro Damián redactó para el desarrollo de la vida monacal "una Regla en la que subraya con firmeza el rigor del monasterio. La vida eremita es para él la cumbre de la vida cristiana, el culmen de los estados de vida, porque el monje libre de los lazos del mundo y del propio yo recibe el anticipo del Espíritu Santo y su alma se une feliz al esposo celeste".

"Esto es importante también hoy para nosotros, que no somos monjes, saber hacer silencio en nosotros para escuchar la voz de Dios en la plegaria y la meditación, aprender la Palabra de Dios es el camino de la vida", explicó el Papa.

Para este gran teólogo que fue San Pedro Damián, continuó el Santo Padre, "la comunión con Cristo crea unidad de amor entre los cristianos. Pedro Damián desarrolla una profunda teología de la Iglesia como comunión. Así, el servicio de cada uno se convierte en expresión de la universalidad".

"Sin embargo, la imagen ideal de la Santa Iglesia que Pedro Damián ilustra no corresponde, como bien sabe, a la realidad de su tiempo. Por eso, no teme denunciar la corrupción existente en los monasterios y entre el clero, sobre todo debido a la praxis de que las autoridades laicas confiriesen la investidura de los oficios eclesiales".

Para combatir esta situación, prosiguió Benedicto XVI, el monje abandona en 1057 el monasterio para aceptar el nombramiento de cardenal, "entrando plenamente en colaboración con los Papas en la no fácil empresa de la reforma de la Iglesia" y "con valor emprende numerosos viajes y misiones".

San Pedro Damián regresa a la vida monástica diez años más tarde, pero prosigue su servicio a los pontífices. Muere en 1072, al regreso de una misión para restablecer la paz con el Arzobispo de Ravenna.

Finalmente el Papa señaló que este gran santo fue "monje hasta el fondo, con formas de austeridad que hoy podrían parecer incluso excesivas. Sin embargo, así, hizo de la vida monástica un testimonio elocuente del primado de Dios y un llamamiento a todos para caminar hacia la santidad, libres de cualquier compromiso mundano. Se consumió, con lúcida coherencia y grande severidad, para la reforma de la Iglesia de su tiempo y entregó todas sus energías espirituales y físicas a Cristo y a la Iglesia".

Hablando luego en español, el Papa Benedicto XVI indicó que "es un gran don poder contar con una figura como San Pedro Damián, que gastó sus energías espirituales y físicas por amor a Cristo y a su Iglesia, y que testimonia una vez más el primado de Dios sobre todas las cosas".

Asimismo, saludó de manera particular "a los peregrinos agustinos del Perú, así como a los grupos provenientes de Puerto Rico, Costa Rica, México y España. Os invito a todos, siguiendo el ejemplo y la enseñanza de este santo monje, a acoger nuevamente la llamada a caminar decididamente hacia la santidad. Muchas gracias".


martes, 8 de septiembre de 2009

8 de setiembre: Celebración de la Natividad de la Virgen María

La celebración de la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María, es conocida en Oriente desde el siglo VI. Fue fijada el 8 de septiembre, día con el que se abre el año litúrgico bizantino, el cual se cierra con la Dormición, en agosto. En Occidente fue introducida hacia el siglo VII y era celebrada con una procesión-letanía, que terminaba en la Basílica de Santa María la Mayor.

El Evangelio no nos da datos del nacimiento de María, pero hay varias tradiciones. Algunas, considerando a María descendiente de David, señalan su nacimiento en Belén. Otra corriente griega y armenia, señala Nazareth como cuna de María.

Sin embargo, ya en el siglo V existía en Jerusalén el santuario mariano situado junto a los restos de la piscina Probática, o sea, de las ovejas. Debajo de la hermosa iglesia románica, levantada por los cruzados, que aún existe -la Basílica de Santa Ana- se hallan los restos de una basílica bizantina y unas criptas excavadas en la roca que parecen haber formado parte de una vivienda que se ha considerado como la casa natal de la Virgen.

Esta tradición, fundada en apócrifos muy antiguos como el llamado Protoevangelio de Santiago (siglo II), se vincula con la convicción expresada por muchos autores acerca de que Joaquín, el padre de María, fuera propietario de rebaños de ovejas. Estos animales eran lavados en dicha piscina antes de ser ofrecidos en el templo.

La fiesta tiene la alegría de un anuncio premesiánico. Es famosa la homilía que pronunció San Juan Damasceno (675-749) un 8 de septiembre en la Basílica de Santa Ana, de la cual extraemos algunos párrafos:

"¡Ea, pueblos todos, hombres de cualquier raza y lugar, de cualquier época y condición, celebremos con alegría la fiesta natalicia del gozo de todo el Universo. Tenemos razones muy válidas para honrar el nacimiento de la Madre de Dios, por medio de la cual todo el género humano ha sido restaurado y la tristeza de la primera madre, Eva, se ha transformado en gozo. Ésta escuchó la sentencia divina: parirás con dolor. A María, por el contrario, se le dijo: Alégrate, llena de gracia!

¡Oh feliz pareja, Joaquín y Ana, a ustedes está obligada toda la creación! Por medio de ustedes, en efecto, la creación ofreció al Creador el mejor de todos los dones, o sea, aquella augusta Madre, la única que fue digna del Creador. ¡Oh felices entrañas de Joaquín, de las que provino una descendencia absolutamente sin mancha! ¡Oh seno glorioso de Ana, en el que poco a poco fue creciendo y desarrollándose una niña completamente pura, y, después que estuvo formada, fue dada a luz! Hoy emprende su ruta la que es puerta divina de la virginidad. De Ella y por medio de Ella, Dios, que está por encima de todo cuanto existe, se hace presente en el mundo corporalmente. Sirviéndose de Ella, Dios descendió sin experimentar ninguna mutación, o mejor dicho, por su benévola condescendencia apareció en la Tierra y convivió con los hombres".

Si pensamos por cuántas cosas podemos hoy alegrarnos, cuántas cosas podemos festejar y por cuántas cosas podemos alabar a Dios; todos los signos, por muchos y hermosos que sean, nos parecerán tan sólo un pálido reflejo de las maravillas que el Espíritu de Dios hizo en la Virgen María, y las que hace en nosotros, las que puede seguir haciendo... si lo dejamos.

* Más información sobre esta fiesta en
http://www.aciprensa.com/Maria/natividad.htm

lunes, 7 de septiembre de 2009



La Universidad Católica Sedes Sapientiae junto con la Comunidad Franciscana del Perú y el Grupo DiezTalentos ponen en marcha esta importante pieza musical , al conmemorarse los 800 años de la orden franciscana.
Una mano tendida
En este día puedo tender la mano a alguien, ver al otro con ojos abiertos y disponibles, con esperanza y con alegría, con amor y con dulzura.

Una mano tendida
Tender la mano es simplemente eso: dejar una oportunidad para el diálogo.
Vivimos en un mundo de tensiones y de choques, de rencores y de críticas, de etiquetas y de miedos.
Pasamos junto a personas a las que no saludamos, no miramos, no amamos. En ocasiones, ponemos etiquetas a las personas, las calificamos cuando ni siquiera sabemos cómo se llaman.
El panorama cambia profundamente cuando empezamos a ver al otro con ojos abiertos y disponibles, con esperanza y con alegría, con amor y con dulzura.

En este día puedo tender la mano a alguien. Quizá al vecino, con el que normalmente me cruzo por la escalera sin dirigir una palabra. O al vendedor de frutas, al que hasta ahora sólo miraba furtivamente al llegar la hora de pagar. O al funcionario de una oficina del gobierno, que manosea los papeles sin alzar los ojos, pero que tal vez espera sin decirlo que alguien le dé las gracias.
Con la mano tendida quiero, simplemente, dejarte un espacio en mi vida. Y pedirte, con respeto, que me permitas ser, al menos por unos instantes, un compañero de camino en esta aventura de la existencia humana, que empieza en esta tierra y que culmina, si supimos amar y dejarnos invadir por el amor, en el Reino de los cielos.

Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net

sábado, 5 de septiembre de 2009

Beata Teresa de Calcuta: "Pertenezco enteramente al Corazón de Jesús"

Beata Teresa de Calcuta
El año 2003, Juan Pablo II celebró la Eucaristía en la Plaza de San Pedro a las 10:00 y beatificó a la Madre Teresa de Calcuta, la cual falleció el 5 de septiembre de 1997.
Ella se definía así:
"De sangre soy albanesa. De ciudadanía, India. En lo referente a la fe, soy una monja Católica. Por mi vocación, pertenezco al mundo. En lo que se refiere a mi corazón, pertenezco totalmente al Corazón de Jesús". De pequeña estatura, firme como una roca en su fe, a Madre Teresa de Calcuta le fue confiada la misión de proclamar la sed de amor de Dios por la humanidad, especialmente por los más pobres entre los pobres. "Dios ama todavía al mundo y nos envía a ti y a mí para que seamos su amor y su compasión por los pobres". Fue un alma llena de la luz de Cristo, inflamada de amor por El y ardiendo con un único deseo: "saciar su sed de amor y de almas".

Esta mensajera luminosa del amor de Dios nació el 26 de agosto de 1910 en Skopje, una ciudad situada en el cruce de la historia de los Balcanes. Era la menor de los hijos de Nikola y Drane Bojaxhiu. Recibió en el bautismo el nombre de Gonxha Agnes, hizo su Primera Comunión a la edad de cinco años y medio y recibió la Confirmación en noviembre de 1916. Desde el día de su Primera Comunión, llevaba en su interior el amor por las almas.
Cuando tenía dieciocho años, animada por el deseo de hacerse misionera, Gonxha dejó su casa en septiembre de 1928 para ingresar en el Instituto de la Bienaventurada Virgen María, conocido como Hermanas de Loreto, en Irlanda. Allí recibió el nombre de Hermana María Teresa (por Santa Teresa de Lisieux). En el mes de diciembre inició su viaje hacia India, llegando a Calcuta el 6 de enero de 1929. Después de profesar sus primeros votos en mayo de 1931, la Hermana Teresa fue destinada a la comunidad de Loreto Entally en Calcuta, donde enseñó en la Escuela para chicas St. Mary. El 24 de mayo de 1937, la Hermana Teresa hizo su profesión perpetua convirtiéndose entonces, como ella misma dijo, en "esposa de Jesús para toda la eternidad". Desde ese momento se la llamó Madre Teresa. Continuó a enseñar en St. Mary convirtiéndose en directora del centro en 1944. Al ser una persona de profunda oración y de arraigado amor por sus hermanas religiosas y por sus estudiantes, los veinte años que Madre Teresa transcurrió en Loreto estuvieron impregnados de profunda alegría.

Caracterizada por su caridad, altruismo y coraje, por su capacidad para el trabajo duro y por un talento natural de organizadora, vivió su consagración a Jesús entre sus compañeras con fidelidad y alegría.

El 10 de septiembre de 1946, durante un viaje de Calcuta a Darjeeling para realizar su retiro anual, Madre Teresa recibió su "inspiración", su "llamada dentro de la llamada". Ese día, de una manera que nunca explicaría, la sed de amor y de almas se apoderó de su corazón y el deseo de saciar la sed de Jesús se convirtió en la fuerza motriz de toda su vida. Durante las sucesivas semanas y meses, mediante locuciones interiores y visiones, Jesús le reveló el deseo de su corazón de encontrar "víctimas de amor" que "irradiasen a las almas su amor". "Ven y sé mi luz", Jesús le suplicó. "No puedo ir solo".

viernes, 4 de septiembre de 2009

SAN MOISÉS S. XIII A. C.

En el Antiguo Testamento es la figura capital del depositario de la promesa, el varón fuerte que aguanta sobre sus hombros la Ley: profeta, guerrero, legislador y libertador, el que habla con Dios en las tempestuosas alturas y saca al pueblo elegido de la esclavitud en medio de prodigios estupendos.

Nueva York dedica una calle a la Madre Teresa de Calcuta

NUEVA YORK, 02 Sep. 09 / 01:14 am (ACI)

La ciudad de Nueva York ha dedicado una de sus calles a la Madre Teresa de Calcuta, la fundadora de las Misioneras de la Caridad que el pasado 26 de agosto iniciaron las celebraciones rumbo al centenario del nacimiento de la Beata que ganara el Premio Nobel de la Paz en 1979 y que extendiera su obra por todo el mundo.

Desde el domingo, la calle "Mother Teresa Way" está ubicada en el barrio del Bronx, donde la comunidad albanesa, de la que la Madre Teresa era miembro, ha crecido con rapidez en los últimos años. Este tramo es parte de la avenida Lydig y se hizo posible luego que la Sociedad Albanesa de Estados Unidos luchara durante 16 años para que la ciudad accediera a dedicar una vía a la Madre Teresa.

La placa en la que aparece el nombre de la fundadora de las Misioneras de la Caridad fue descubierta ante la presencia de varios representantes políticos de la ciudad y el estado de Nueva York, así como los dirigentes de la Sociedad Albanesa.

Para conocer más de la Madre Teresa, ingrese a nuestro completo especial, en donde podrá encontrar la biografía de esta Beata, la homilía de Juan Pablo II en la Misa de beatificación, sus pensamientos, testimonios, wallpapers; entre otros recursos: http://www.aciprensa.com/teresadecalcuta/

jueves, 3 de septiembre de 2009

Al final, la Verdad siempre encuentra al ser humano, dice Benedicto XVI

VATICANO, 03 Sep. 09 / 09:44 am (ACI)
Tras asistir ayer por la tarde en la Sala de los Suizos del Palacio Apostólico de Castelgandolfo a la proyección de una síntesis del filme "San Agustín", el Papa Benedicto XVI resaltó que la vida de este Padre de la Iglesia muestra que " solos no podemos encontrar la Verdad, pero la Verdad, que es Persona, nos encuentra".

Al final de la proyección, el Papa agradeció a todos los autores del proyecto, las productoras de Italia, Alemania y Polonia; y pronunció unas breves palabras: "me parece que la película es un viaje espiritual en un continente espiritual muy lejano del nuestro y, no obstante, muy cercano a nosotros, porque el drama humano es siempre el mismo", dijo.

Asimismo señaló que "hemos visto cómo en un contexto muy alejado de nosotros, se representa toda la realidad de la vida humana con sus problemas, tristezas, fracasos y también cómo al final, la Verdad , que es más fuerte que cualquier obstáculo, encuentra al ser humano".

"Esa es la gran esperanza que queda al final: solos no podemos encontrar la Verdad, pero la Verdad, que es Persona, nos encuentra. Vista desde fuera la vida de San Agustín parece acabar trágicamente: el mundo en el que vivió y para el que vivió es destruido".

El Papa resaltó que, sin embargo, "como hemos visto afirmar, su mensaje permanece y perdura aunque cambie el mundo porque procede de la Verdad y lleva a la Caridad, que es nuestro destino común".

Finalmente agradeció nuevamente la producción de la cinta dirigida por Christian Duguay y expresó su deseo de que "muchos, viendo este drama humano, se hagan encontrar por la Verdad y encuentren a su vez la Caridad".

Copyright © ACI Prensa

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Desprenderse de cosas efímeras para anhelar las eternas, pide el Papa Benedicto XVI
En la Audiencia General de este miércoles, celebrada en el Aula Pablo VI en el Vaticano, el Papa Benedicto XVI alentó a los fieles a desprenderse de las cosas efímeras para anhelar las eternas, centrándose en la Eucaristía como fuente y culmen de la vida.

Retomando las catequesis sobre los grandes santos de la Iglesia de Oriente y del tiempo medieval en Occidente, Benedicto XVI dedicó la de hoy a San Odón, el segundo abad de la famosa Abadía de Cluny, en Francia. "Desde aquel centro de vida espiritual pudo ejercer un gran influjo en los monasterios del continente europeo", difundiendo la vida y la espiritualidad inspiradas en la Regla de San Benito. Falleció en el año 942.

El Papa Benedicto recordó que entre las virtudes del santo destacan "la paciencia, el desapego por las cosas terrenas, el celo por las almas, su empeño por la paz, el cumplimiento de los mandamientos, la atención a los pobres, la corrección de los jóvenes y el respeto por los ancianos".

"Merece una particular mención la devoción al Cuerpo y a la Sangre de Cristo, que Odón, frente a un extendido descuido que deploraba enérgicamente, cultivó siempre con convicción. Estaba realmente persuadido de la presencia real, bajo las especies eucarísticas, del Cuerpo y la Sangre del Señor, en virtud de la conversión 'sustancial' del pan y del vino".

San Odón decía que "sólo quien está unido espiritualmente a Cristo puede participar dignamente de su Cuerpo eucarístico; en caso contrario, comer su carne y beber su sangre no sería de provecho sino de condena", prosiguió el Papa.

El Pontífice explicó además que "San Odón fue un verdadero guía espiritual también para los fieles de su tiempo. Frente a la 'inmensidad de los vicios' difundidos en la sociedad, el remedio que proponía con decisión era un cambio radical de vida, fundado en la humildad, la austeridad, el desprendimiento de las cosas efímeras y la adhesión a las eternas".

Tras destacar del santo la "profunda bondad de su ánimo; su austeridad", el Papa dijo que "difundía a su alrededor la alegría de que le embargaba. Con su acción incisiva alimentaba en los monjes, así como en los fieles laicos de su tiempo, el propósito de progresar con paso solícito por el camino de la perfección cristiana".

"La bondad de San Odón, la alegría que deriva de la fe toque nuestro corazón y que también nosotros podamos encontrar la fuente de la alegría que viene de la bondad de Dios", concluyó.

En su saludo a los fieles de lengua española, el Papa Benedicto XVI señaló que San Odón, "amaba contemplar la misericordia de Cristo, al que calificaba como 'amante de los hombres', que ha muerto por nosotros. Bajo su austeridad de reformador, destacaba su profunda bondad, difundiendo en su entorno la alegría que lo inundaba".

Al finalizar la Audiencia, el Papa regresó en helicóptero a Castel Gandolfo.

Evangelio domingo: Lc 7, 36 - 8, 3

Evangelio domingo: Lc 7, 36 - 8, 3
"Tus pecados son perdonados"

"El único símbolo de superioridad que conozco es la bondad".


CORPUS CHRISTI

CORPUS CHRISTI
"Denles de comer ustedes mismos”. Evangelio Domingo: Lc 9, 11-17 La eucaristía es el alimento que sacia totalmente los anhelos más profundos del ser humano. Cristo no defrauda. Él es el pan de vida eterna: “El que venga a mí nunca más tendrá hambre” (Jn 6,35). Él – y sólo Él – calma el ansia de felicidad, la necesidad de ser querido, la búsqueda de la felicidad...

Día del Sagrado Corazón de Jesús. Evangelio viernes: Lucas 15, 3-7.


La oveja perdidaEl Evangelio Meditado

Esperemos confiados pues no se olvida de nosotros el corazón de Cristo que sólo genera e irradia amor.

Benedicto XVI abre camino a beatificación de Juan Pablo II y Pío XI

Papa Benedicto XVI: "Silencio para escuchar a Dios"

San Agustín

Santa Marta

Santa Marta
Como Santiago evangelizó España, Santa Marta evangelizó Francia.

¿Quién amó a su prójimo en esta historia?

Música Serena de Ascoy