HABLA MONICA
"Enterrad este mi cuerpo donde queráis, ni os preocupe más su cuidado. Una sola cosa os pido, que os acordéis de mi ante el altar del Señor, en cualquier lugar donde os hallareis". Así decía poco antes de morir a sus hijos Santa Mónica.
ESCRIBE AGUSTIN
Su hijo Agustin, escribió en sus Confesiones: "Yo le cerré los ojos. Una inmensa tristeza inundó mi corazón para enmudecer en lágrimas, pero mis ojos, bajo el mandato imperioso de mi voluntad, las contenían hasta el punto de secarse... La muerte de mi madre no tenía nada de lastimoso y no era una muerte total: la pureza de su vida lo atestiguaba, y nosotros lo creíamos con una fe sincera y por razones seguras" (Conf. IV, 9).
TAGASTE Y SU MATRIMONIO
Había nacido en Tagaste cuando estaba finalizando el imperio Romano. Sus padres habían sido ricos pero habían venido a menos. Como cristianos la educaron en la fe, pero quien mas influyo en su educación fue una criada que ya había educado a su mismo padre. A los veinte años se casa con Patricio, pagano y de temperamento muy violento y dominado por las pasiones. Mónica es modesta, suave, recatada... El primer año de casada le nace Agustin, y a éste le seguirá Navigio y Perpetua. Navigio no abandonará nunca a su madre. Perpetua se casará y quedará viuda muy pronto. Cuando su hermano Agustin sea ya sacerdote ingresará en un monasterio de Africa donde vivirá ya toda su vida.
ESPOSA CON PROBLEMAS QUE VENCE CON SUS VIRTUDES
Pronto empezaron los problemas con su esposo. Pero la prudencia y bondad de Mónica hace que todo se quede en casa y no airea nada desagradable, como acostumbran tantas esposas hoy que viven en la televisión basura de propalar sus martirios conyugales. Mónica se dedica a formar a sus hijos con toda su alma. Los dos pequeños no le causan problemas: son dóciles, sencillos y no gozan de las cualidades extraordinarias de su hermano mayor quien desde pequeñín tiene una recia personalidad.
SEGUIMIENTO DE AGUSTIN POR MONICA
Agustín había viajado a Milán, donde encuentra a San Ambrosio, que ha conseguido que se haga catecúmeno. Mónica le ha seguido por mar y tierra y sabe que su hijo ya no es maniqueo pero tampoco católico. No es lo que ella espera pero sigue rezando y llorando, visitando las tumbas de los mártires y visitando a San Ambrosio, que pronto descubrió en Mónica un alma excepcional y privilegiada.
LAS LÁGRIMAS DE MONICA
“No se puede perder hijo de tantas lágrimas”, había profetizado un obispo africano. Ella veía a su hijo Agustín ricamente adornado por el Señor, pero desviado y desorientado. Le seguía a todas partes. Puso ante él cuantos medios puede para que se convierta... Y por fin salta de gozo "aquella noche en la que yo me partí a escondidas; y ella se quedo orando y llorando", dice el protagonista Agustin. Sus lágrimas dieron su fruto. “Los que siembran con lágrimas cosechan entre cantares”. Cuando tenía 56 años y Agustin 33 tuvo el inmenso consuelo de verle hecho cristiano y en camino de santidad. No se equivocó. Si hubiera más madres que lloraran a sus hijos muertos como la viuda de Naím, enterrarían a menos hijos resucitados por las lágrimas de sus madres. ¡Ya podía morir tranquila!
ASOMADOS A LA VENTANA
En Ostia, esperando embarcar para Africa, asomados a la ventana Agustín y su madre conversaban dulcisímamente, olvidados de todo lo pasado y reflexionando sobre el futuro, preguntándonos cómo será aquella vida eterna, que ni el ojo vio, ni el oído oyó, y suspiraban por aquella sabiduría, contemplando aquella felicidad inmutable. Fue un verdadero éxtasis común. Se contagiaron. Mónica era feliz, su hijo, ya era cristiano, para ella sólo quedaba la esperanza de la vida eterna.
RECAPITULACION
Comencé con las palabras de Mónica, que San Agustín refiere en sus Confesiones: "¿Qué hago ya en este mundo? Enterrad este cuerpo donde queráis, ni os preocupe más su cuidado. Una sola cosa os pido, que os acordéis de mi ante el altar del Señor, en cualquier lugar donde os hallareis". Así decía poco antes de morir a sus hijos Santa Mónica, modelo de esposas, madres, suegras y nueras.
SU MUERTE
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