El Santo Padre explicó que Pedro Damián fue un "monje, amante de la soledad y, a la vez, intrépido hombre de Iglesia, comprometido en primera persona en la obra de fuerte reforma comenzada por los pontífices de su época".
Este Santo, continuó el Papa, que perdió muy pronto a sus padres y fue educado por sus hermanos, tuvo una magnífica formación tanto jurídica como en la cultura clásica y latina. En su juventud se dedicó a la enseñanza y fue autor de grandes obras literarias, pero pronto sintió la llamada a la vida monacal e ingresó en el monasterio de Fonte Avellana.
Benedicto XVI señaló que ese monasterio "estaba dedicado a la Santa Cruz y la Cruz será el misterio cristiano que más fascinará a Pedro Damián" y expresó su deseo de que el ejemplo de San Pedro Damián "nos lleve a mirar siempre a la Cruz como al acto de amor supremo de Dios para el hombre, que nos dio la salvación".
San Pedro Damián redactó para el desarrollo de la vida monacal "una Regla en la que subraya con firmeza el rigor del monasterio. La vida eremita es para él la cumbre de la vida cristiana, el culmen de los estados de vida, porque el monje libre de los lazos del mundo y del propio yo recibe el anticipo del Espíritu Santo y su alma se une feliz al esposo celeste".
"Esto es importante también hoy para nosotros, que no somos monjes, saber hacer silencio en nosotros para escuchar la voz de Dios en la plegaria y la meditación, aprender la Palabra de Dios es el camino de la vida", explicó el Papa.
Para este gran teólogo que fue San Pedro Damián, continuó el Santo Padre, "la comunión con Cristo crea unidad de amor entre los cristianos. Pedro Damián desarrolla una profunda teología de la Iglesia como comunión. Así, el servicio de cada uno se convierte en expresión de la universalidad".
"Sin embargo, la imagen ideal de la Santa Iglesia que Pedro Damián ilustra no corresponde, como bien sabe, a la realidad de su tiempo. Por eso, no teme denunciar la corrupción existente en los monasterios y entre el clero, sobre todo debido a la praxis de que las autoridades laicas confiriesen la investidura de los oficios eclesiales".
Para combatir esta situación, prosiguió Benedicto XVI, el monje abandona en 1057 el monasterio para aceptar el nombramiento de cardenal, "entrando plenamente en colaboración con los Papas en la no fácil empresa de la reforma de la Iglesia" y "con valor emprende numerosos viajes y misiones".
San Pedro Damián regresa a la vida monástica diez años más tarde, pero prosigue su servicio a los pontífices. Muere en 1072, al regreso de una misión para restablecer la paz con el Arzobispo de Ravenna.
Finalmente el Papa señaló que este gran santo fue "monje hasta el fondo, con formas de austeridad que hoy podrían parecer incluso excesivas. Sin embargo, así, hizo de la vida monástica un testimonio elocuente del primado de Dios y un llamamiento a todos para caminar hacia la santidad, libres de cualquier compromiso mundano. Se consumió, con lúcida coherencia y grande severidad, para la reforma de la Iglesia de su tiempo y entregó todas sus energías espirituales y físicas a Cristo y a la Iglesia".
Hablando luego en español, el Papa Benedicto XVI indicó que "es un gran don poder contar con una figura como San Pedro Damián, que gastó sus energías espirituales y físicas por amor a Cristo y a su Iglesia, y que testimonia una vez más el primado de Dios sobre todas las cosas".
Asimismo, saludó de manera particular "a los peregrinos agustinos del Perú, así como a los grupos provenientes de Puerto Rico, Costa Rica, México y España. Os invito a todos, siguiendo el ejemplo y la enseñanza de este santo monje, a acoger nuevamente la llamada a caminar decididamente hacia la santidad. Muchas gracias".
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